Nadal |
Todos los años Nadal decidía comenzar el calendario ATP en Doha (Qatar), sin embargo, en 2017 ha optado por estrenarse en la ciudad australiana de Brisbane. Lo cierto es que superó de manera brillante las dos primeras rondas: 6-3 6-3 a Alexandr Dolgopolov y 6-1 6-1 a Mischa Zverev. Tampoco es que fueran rivales como para situar su nivel, eso sí, fueren paseos. Además, el balear llegaba a Brisbane con el trofeo del torneo de exhibición de Abu Dhabi, en el que batió a Berdych, Raonic y Goffin. Muy buenas sensaciones.
Pero hoy ha sufrido un golpe de realidad. Ha perdido en los cuartos de final ante el canadiense Milos Raonic por 4-6, 6-3 y 6-4. No basta con lo que estaba haciendo, cuando te enfrentas a los de arriba en un torneo oficial todo cambia. Eso sí, el mallorquín no ha hecho un mal partido. Es más, el resultado refleja que el duelo estuvo igualado, pero que Raonic aceleró más y, cuando las cosas se complican para Nadal, el canadiense tiene el saque como un seguro, por lo que se dificulta todo más y toca ir a remolque. Todos sabemos que el punto débil histórico del ganador de 14 Grand Slam siempre ha sido -y es- el saque.
Lleva unos dos años sin pasar de cuartos de final de un Grand Slam y muchos meses sin vencer a un Top-18. Por mucho que encadene buenos partidos y recoja buenas sensaciones, no es decente pensar -sobre todo, siendo el primer torneo ATP del curso- que va a volver a ser el que era (por cierto, casi imposible). Y, tras el tropiezo de hoy, llegarán otro tipo de conclusiones como: ''está quemado, no va a ganar nada...''.
Hoy ha sufrido un golpe de realidad y ha calibrado -más o menos- a qué nivel está. Yo, sinceramente, si tengo que espero algo (muy) bueno de Rafa Nadal, creo que hay que esperarse a la tierra batida. No lo veo sobresaliendo ahora, a inicio de año, en cemento. ''Seguiré trabajando duro porque siento que estoy en el camino correcto'', dijo Nadal. Opino lo mismo. Aunque pierda, el tipo de partido que ha jugado hoy le ha venido muy bien: ha estado cerca de la victoria ante un potente sacador, que es, ni más ni menos, el número 3 del mundo. Además de, insisto, llevarse un golpe de realidad. Pues eso, camino correcto; pero con cautela y sin vaticinios extraordinarios.
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